Diana María Restrepo | FRAGOR

  • 07 Nov


  • Diana

Instalación sonora, presentada entre enero y marzo del 2024 en el Baluarte de Santa Catalina, Cartagena, Colombia.
Proyecto ganador de la convocatoria “Exposiciones In-Situ: “Tunel de Escape” del Programa Nacional de Estímulos Portafolio 2023 del Ministerio de las Culturas y de las Artes y los Saberes de Colombia y la Escuela Taller Cartagena de Indias (ETCAR)

La instalación sonora que se realizó en los espacios Casamata y Aljibe del Baluarte de Santa Catalina, propone un viaje por las sonoridades de un pasado, un presente y un futuro que se fusionan y se vuelven indistinguibles. Un continuum sonoro donde le experiencia del tiempo se plantea como un entramado y una red de relaciones entre diferentes momentos. Un espacio imaginario -ni lineal, ni cronológico- que nos permite derivar por los sonidos y resonancias del mundo del Caribe, las múltiples memorias contenidas en la ciudad amurallada y el mar que la rodea. Un tiempo profundo!

Equipo Colaborador:
|Susana Medina, Diseñadora gráfica.
|Ezequiel Pinedo, Ingeniero de sonido.

 

A continuación, un vídeo del encuentro que me inspiró en el momento de concebir e imaginar esta obra. Aunque la propuesta se transformó luego, esta primera conversación en la Ciénaga de Juan Polo es la semilla que da inicio a Fragor. Vacu, el pescador de Villa Gloria me recuerda siempre el valor del silencio y la escucha en el oficio de la pesca.

Texto curatorial por Adriana Urrea, filósofa y dramaturgista
Entre cuerpos:
Ciénagas, piedra, mangles, mar y carne

Ahora mire, que lo esta presenciando. ;Que silencio! Lo estamos pasando ahora mismo! Y anteriormente no, no estaba ese si/encio.
Vacu (Francisco Alvarado), pescador del asentamiento de Villa Gloria.

El encuentro entre el pescador (Vacu) y la percusionista y artista sonora (Diana) generó la semilla de Fragor, esta instalación sonora a la que nuestros cuerpos ahora entran. El sonido percutivo que produce la palanca (esa vara de madera de uvita con la que impulsa el pescador su canoa haciendo presión en el cuerpo de agua de la cienaga) inquietó la pulsión creadora de la percusionista. En la conversación, el pescador lamenta el silencio que viene instalandose en las cienagas de Juan Polo y de la Virgen, tambien llamada De Tesca. La artista sabe que el silencio nunca es absoluto, pero entiende que el silencio al que se refiere su interlocutor es el sintoma de una extinción de la vida, causada por la tala de mangles y la construcci6n de megaproyectos de vivienda y del viaducto llamado, oh ironía, el Gran Manglar; y por los escombros que rellenan la cienaga y asfixian sus aguas.

Ya en tierra, un vivero de mangles captura la atención de la artista: “los mangles me encontraron a mi”. afirma. Las comunidades del asentamiento de Villa Gloria y Puerto Rey han decidido recuperar el manglar, su fuente de vida, con la misma fuerza de resistencia que tuvieron sus ancestros esclavizados, y se han dedicado al viverismo. Así conoció Diana a la lideresa Gloria Sanchez, a Yadira La Chamarría –cantaora de los manglares-, a Robinsson Vega -amante de la ciénaga-, a la ingeniera ambiental Daniela Rojas Ulloa, a Francisco de Arco Vega, “vocero del manglar” de la comunidad de Puerto Rey, recolector, sembrador y resembrador de las plántulas de manglar que habitarán en el aljibe del Baluarte Santa Catalina mientras allí suene Fragor. Y es que antes de las murallas estaban los mangles. Los ancestros de estas comunidades, constructores de esas fortificaciones de piedras, fueron arrancados de su tierra como los mangles. Y en este baluarte, único con túnel de escape, vibra el fragor, “ese ruido resonante prolongado” de la herida provocada a la carne humana, a los manglares y a los cuerpos de agua. Habrá que disponerse a oírlo.

Con una escucha profunda de la vida inadvertida, de los movimientos, los tiempos, espacios y modos de habitar de humanos y no-humanos, Diana Restrepo se reconoce como “vehículo para las fuerzas sonoras que quieren ser escuchadas”. Al componer se pregunta cuáles y cómo son esas potencias sonoras que han sido silenciadas o están en peligro y, no obstante, les urge sonar. Como suele hacerlo en la vida y en sus proyectos artísticos, para Fragor se entregó a la escucha de lo no-humano y lo humano. Acompañada de Susana Medina (diseñadora gráfica, publicista, curadora y fotógrafa) y Ezequiel Pinedo (ingeniero de audio) entró a las ciénagas, al aljibe y la casamata del baluarte Santa Catalina, entabló relaciones con las comunidades de Villa Gloria y Puerto Rey, como un ente vivo mas, vulnerable, atenta a las fuerzas de vida, sin la arrogancia de la especie que ha generado ecocidios y genocidios. Ha auscultado el aparente mutismo de los mangles: sus aullidos, gritos, susurros y lamentos. Se ha preguntado cómo traducir el silencio. En esta epoca en la que hemos cuestionado la hegemonia de la especie humana sobre otras especies vivas, Diana ha estado atenta a los tiempos geológicos e hist6ricos con sus diversas duraciones y sinestesias. Ha escuchado, en un encuentro entre ciencia, arte y comunidades, el ecotono en el que se interconectan el bosque seco tropical, los manglares, los pastos marinos y los arrecifes coralinos.

El reto de composición ha sido cómo traducir al sonido la experiencia atmosférica y la sobreposición de pasado, presente y futuro; el grito de dolor de la carne humana quemada, mutilada, transterrada, explotada y el del mangle aniquilado; la impotencia ante la invasión turistica depredadora, la contaminaci6n auditiva y la polución de los cuerpos de agua. Sabía Diana que no era posible reproducir el sonido literal de cada situación. Encontró la solución poética en la sobreposición y yuxtaposición de graznidos, aleteos, aullidos, chirridos, rasguños, automotores, gaitas, percusión, tormentas, vibratos de voz, aviones, ballenas, gongs y onomatopeyas, en una suerte de “kinesis congregacional”, como decia el poeta barbadiense Kamau Brathwaite. Habia aguzado el oido para escuchar las pulsaciones de Cartagena de lndias. Las actuales, con sus dispositivos sonoros, y las de la colonia atravesando la novela La ceiba de la memoria del escritor cartagenero Roberto Burgos Cantor, en donde el narrador cuenta: “La ciudad-puerto es fragorosa. El sueño de la fortuna, la codicia del comercio que compra-vende todo se agitan en el bochomo perpetuo”.

En Fragor, Diana se propuso contrarrestar la tristeza de la que habla Robinsson Vega, en resonancia con el escritor: –Lo qua es la pesca ya no es igual. Lo que se siente es una tristeza, una tristeza … ¿Ve que se esta acabando la naturaleza? La vida de lo que vivía. Eso lo siento yo porque es que se siente un silencio en todo. Fíjese, usted se queda viendo el mangle y mas bien se ve el mangle solo (solo), porque ya todo se ha ido. Los loros… los loros, ya esta era la hora que se oyera el loro manguero ( … ). Toda se ha ido agotando ( … ) la humanidad que va acabando todo. El hombre va acabando todo.

Algunos links:

Artículo en el Universal de Cartagena 

Memoria social del proyecto